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La lengua se compra y se vende (El País)

13.01.19

Si España es el territorio económicamente dominante en la lengua, ¿cómo no tendría su industria esa preponderancia?

En el prólogo a su traducción de Comienzo y fin de la nieve, de Yves Bonnefoy, escribe Arturo Carrera: “Traducción es devoción”. Y luego, hacia el final, agrega: “Pero sobre todo me acompaña siempre aquella otra idea de Bonnefoy: que traducir no es repetir, sino, ante todo, dejarse convencer”. Esas dos ideas están presentes en mi experiencia con la traducción. Pero antes de avanzar, permítanme retroceder (como decía Ennio Flaiano, “solo tengo planes para el pasado”). Hace años publiqué una novela en un grupo multinacional con sede en España. En uno de sus primeros párrafos se lee: “Se mudó a un departamento con vista a Plaza Italia”. Cuando recibí la galera con las correcciones, sugerían reemplazarlo por “Se mudó a un piso con vistas a Plaza de Italia”. Pero en Argentina nadie habla así. Decimos departamento. Decimos con vista y no con vistas. Y la plaza se llama Plaza Italia y no Plaza de Italia. Entre decepcionado, ofendido y preocupado, llamé al editor, hombre sabio y erudito, que me dijo que no me inquietara, que me enviarían una nueva galera con correcciones razonables. Así fue, y terminé publicando tres novelas con él. Pero siempre permaneció el recuerdo de lo sucedido. ¿Algún corrector distraído —o no tanto— pretendió traducirme al español de España?

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